El susurro alejado
murmuró en tu esbelto y delicado cuello un déjate llevar, siénteme, deséame.
Tras el fondo una pared dulce revestida de madera pesada se
erguía con ondas sinuosas hasta antes de donde comenzaban los cuadros más
tétricos y horrorosos de lo nunca imaginado. En el suelo, un diseño de ajedrez
se dejaba llevar sin líneas rectas, la cortina se dejó empujar plácidamente por
el viento que entraba en la ventana y bajo está estaba o mejor dicho estábamos.
Nos entrelazábamos como los ornamentos que estaban atrapados
en la oscura y envejecida madera. La piel era fría como el mármol pero frágil .La
mirada más profunda que jamás observé, llena de todo y nada y aún así expresaba
lujuria y pasión. Teníamos la sensación de plenitud en el alma y el deseo de
dejarse llevar en el corazón.
Más cuando me
desperté no logré recordar nada más que todo y nada.